viernes, 26 de enero de 2007



Correa me dio su potro, y al salir desalado tras de Franco, vi que Millán, con emulador aceleramiento, tendía su caballo sobre la res; mas ésta, al inclinarse el hombre para colearla, lo enganchó con un cuerno por el oído, de parte a parte, desgajolo de la montura, y llevándolo en alto como un pelele, abría con los muslos del infeliz una trocha profunda en el pajonal. Sorda la bestia a nuestro clamor, trotaba con el muerto de rastra, pero en horrible instante, pisándolo, le arrancó la cabeza de un golpe, y, aventándola lejos, empezó a defender el mútilo tronco a pezuña y a cuerno, hasta que el winchester de Fidel, con doble balazo, le perforó la homicida testa

La vorágine José Eustasio Rivera

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