o alto como pluma de pájaro.
La huida de las cosas—extraña parábola—
y los refugios cada vez más inciertos
de hogares que el deseo derrumba
en lo turbio: desatinadas profesiones
y adioses. Y en la oscuridad,
en la desnuda dimensión del viento
suele llegar la Gran Sultana,
herida por su propia belleza. Belleza
de venganza y olvido, implacable,
senos mediúmnicos para que todo el cielo
se una a los sentidos de los hombres.
No vuelve jamás al lugar del encuentro.
Nunca se alcanza ninguna salvación,
de manera que la vida puede perderse
al pie de una hermosura voraz y perseguida,
la asesina de ojos dorados
apostada en la sangre.
Enrique Molina
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